"Se enciende la luz sobre la cámara, entran al restaurante técnicos, asistentes de producción, avanzan hacia mi mesa cuidando los cables, periodista con micrófono en mano. ¿Es a mí? Sí, sí. Creo que me gané un premio, ¡estoy en televisión! Mi corazón late más fuerte, no puedo evitar sonreír, asombrarme, dejar de comer. ¿Será una invitación a algún programa de preguntas y respuestas? ¿Un crucero? Una cena con Leticia Brédice. La voy a hacer reír, van a brillar sus ojos cielo, romance prohibido. ¿Estoy bien vestido? ¿Esos son policías o actores? Primero entra el Inspector Tedesco, diecisiete años en la Federal, aún le gusta salir de cacería, trae a dos hombres de confianza: Juárez y Lombardi. Sin las cámaras encendidas, Juárez me va a dar una lección adentro del patrullero. Desaparecen los mozos. Ese que ven ahí, como cuarto hombre, es un chico recién graduado de la Escuela de Policía. Me mira apenado, sabe que soy inofensivo, que estoy en la misma que él estaba hace algunos años; camina hacia el encargado para tomarle declaraciones. Escucho la voz de Juárez algo difusa, me agarra de un brazo, sacude como lo hace con su hijo cuando se porta mal. El periodista sigue preguntando, sólo espero que ellas no estén mirando la televisión. Tedesco apoya mi cabeza contra el mantel, se incrustan algunas migajas de pan en mi cara. El metal de las esposas quema como hielo. Todo parece un sueño, desde las paletas del ventilador de techo veo mi marcha, cuento la cantidad de baldosas, trato de no pisar las líneas, sé que estuve mal pero apagá esa cámara, cuánta gente hay afuera, me meten en el patrullero chocado. La cartuchera de Juárez tiene el cuero ajado, Lombardi no salva sus zapatos ni con pomada Cobra, ni aunque cobre el sueldo que le deben, y si no ¿cómo paga la ortodoncia de la nena?, tal vez con las coimas en los semáforos amarillos, que para él son rojos. Me hablan todos al mismo tiempo, y los entiendo como si me hubiese metido en sus cabezas. ¿De postre?, no me acuerdo. Suena la sirena, empieza el viaje, me corre un sudor frío. Me meterán preso, romperán los huesos, ¡violarán! ¿Me enfermaré, volveré a verlas, moriré adentro? ¿Dónde está el límite de la caída? ¿Lloraré la primera noche? ¿Acaso no entienden que tenía hambre? Avanzo en patrullero como lo hacía en mi andador antes de caminar. Cómo pasa el tiempo, cómo pasan los postes de luz, cómo duele mi estómago; no tendría que haber pedido papas, no me tendría que haber despertado."
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