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May 28, 2007

Tribeca x 4: Gustavo Fontán


Durante el 6º Festival de Cine de Tribeca tuve el placer y honor de entrevistar a algunos de los cineastas, actores, productores y ejecutivos del festival. A continuación, un extracto de la entrevista con Gustavo Fontán, director y escritor de El Arbol (The Tree).

During the 6th Tribeca Film Festival I had the pleasure and honor of interviewing some of the filmmakers, actors, producers and festival executives. Next there is an excerpt from the interview with Gustavo Fontán, director and writer of El Arbol (The Tree).

Pablo Goldbarg:
En lo visual de El Arbol (2006) se percibe algo muy poético. ¿Cómo fue esta transformación entre la literatura y el cine, y que tipo de conexiones encontrás entre ambas artes?

Gustavo Fontán: En principio creo que literatura y cine son dos lenguajes diferentes. Uno no puede compararlos en cuanto a transcripciones. Sí creo que como lector y como escritor, y como lector de poetas fundamentalmente, hay algo que siempre me interesó en los poetas: cómo pueden ejercer una mirada nueva sobre un mundo conocido por todos. Es decir, esta formas de mirar al mundo, de mirar poéticamente al mundo, de renovar con la mirada las cosas que son conocidas por todos y que están presentes para todos, y esta posibilidad de verlas diferente, a mi me parecía que esa capacidad de la poesía también debería ser una capacidad del cine. Y siempre me interesó en ese sentido ese poder de otorgarle a la realidad una forma, y una presencia, y una mirada que es nueva segun la mirada.

P.G.: ¿Cómo fue trabajar con tus padres? ¿Qué te produjo tenerlos a ellos presentes en la película, durante el rodaje y cuando ves la película?

G.F.: Fue una decisión muy fuerte. Incluso algunos amigos pensaban que estaba un poco loco: “vos sos demasiado valiente”, me decían. Yo venía de una experiencia que me había resultado un poco, no te diría desagradable, pero me había hecho pensar mucho. Yo venia de dirigir una película en España. Una producción independiente, con un sistema más sofisticado del que podemos tener. Y fue para mi rotunda la comprensión de que yo no quería eso. Leí una frase de Fassbinder que decía que uno no puede hacer cine sobre las cosas, sino que tiene que hacer cine con las cosas, y en ese momento decidí hacer una película con algunas de las cosas más cercanas que tenía. Y llega un momento de la vida además, que el paso del tiempo o la presencia de la muerte en los padres y en uno mismo como espejo desde los padres se vuelve como muy contundente, y para mí ese era el momento de la vida. Claro, en el relato no importaba todo eso porque fuesen mis padres, sino que era el lugar que yo tenía para acceder a la sensibilidad que la película planteaba. No porque importara biográficamente, pues en mis padres eso está ausente en el relato, sino que importaba sensiblemente. Era mi puerta de acceso a un mundo sensible.

P.G.: Esta línea muy finita entre documental y ficción esta presente en tu película. Mario Vargas Llosa escribió que algunos escritores, y te trato a vos también como escritor, pueden manejar las diferencias de planos de realidad de una manera muy sutil que el lector no se da cuenta. Me pregunto cómo definiste vos en esta historia jugar con ese límite.

G.F.: Está muy bien la pregunta…en ese sentido me hace muy feliz la película. Creo que lo conseguí, y en esto no hay nada de soberbia, sino de sentimiento de convicción. Existe el acceso a algo que siempre me resultó muy interesante. Por un lado la primera línea de la película es absolutamente simple, es absolutamente sencilla. Uno puede contra la historia en pocas palabras. Sin embargo a partir de esa simpleza es que uno va accediendo a esos otros territorios y a esos otros límites. Creo que fueron enjacando con mucha precisión, producto del trabajo de un equipo, producto de una reflexión que la fuimos haciendo a lo largo de tres años, producto de la intuición, producto de Dios, o esa otra cosa que a veces colabora mágicamente. Yo siento que es verdad, que hay posibles lecturas, lugares donde uno se puede parar para reflexionar sobre la película muy distintos. Y eso me hace muy feliz. Creo que sí, coincido con vos que esas capas son múltiples y que están como enlazadas.

P.G.: Te llevó dos años filmar el proyecto. Quisiste filmar todas las estaciones, y te diste el lujo en esta industria que es una vorágine de esperar un año más para ver si cubrías nuevas tomas. ¿Cómo es esto de trabajar con un equipo durante dos años y jugar con tu propia impaciencia?

G.F.: El equipo era un equipo muy pequeño en principio, y era un equipo de una solidaridad y una convicción en relacion al proyecto, y una convicción humana que fue fantástica. El trabajo era constante porque nosotros teníamos como una especie de estructura inicial pero no teníamos un guión con todas las secuencias, entonces nosotros filmabamos dos días al mes, editabamos, pensabamos, filmabamos, editabamos, por lo tanto te diría que el trabajo con el equipo fue constante durante esos años, absolutamente solidario. Pocas veces sentí una unidad tan potente en el grupo. Cada uno de ellos investigaba desde su rol. Hay mucha investigación de sonido, hay mucha investigación de fotografía, entonces era muy alentador para el equipo para las cabezas de grupo, porque no era que burocráticamente resolvían una película. El proyecto partía de otro lado: acá esta esto, vamos a investigar todos. Entonces desde ese lugar el equipo tenia una posición frente al relato muy activa y nunca tuvimos impaciencia. Yo incluso al principio les dije “vamos a filmar quizás cinco, seis años hasta que el árbol se caiga”, y partimos de esa idea; no hubo impaciencia.

P.G.: Gustavo, muchas gracias. Para mi sos verdaderamente un hallazgo, y me alegro que esto le esté pasando al cine Argentino.

G.F.: Te agradezco mucho.


Nota relacionada (related note):
Suenan Las Raíces

Apr 27, 2007

Suenan Las Raíces



"¿Alguna vez escuchaste crecer a las raíces de un árbol?", me preguntó él mientras hacía los crucigramas. Sin pronunciar una palabra lo miré a sus ojos sorprendido. El sonrió y agregó "Recién escuché tu respuesta".

“¿Hay entre los árboles una dicha pálida, final, apenas verde, que es un pensamiento ya, pensamiento fluido de los árboles, luz pensada por éstos en el anochecer?”
(Juan L. Ortiz, El alba sube, 1937)

Maria Merlino afirma que el árbol está muerto. Julio Fontán opina que no. La tranquilidad que los acompaña con sus palabras hace de la discusión un evento pacífico y prolongado que construye una historia simple y profunda sobre el paso de la vida y la memoria. Maria hace de Maria (Mary), y Julio hace de Julio. Ambos son los padres del escritor y director Gustavo Fontán, tanto en la realidad como en la ficción. Los tres logran burlarse de las fronteras que dividen las etiquetas de "documental" y "narrativo", aunque en los festivales de Argentina, Mexico, Polonia y ahora en Tribeca, la película se exhibe en la categoría de documentales. Será porque es un ejemplo de documento sobre el delgado límite entre la realidad y la ficción.

El lente del padre aumenta frente al lente del hijo, y las hojas más pequeñas se convierten en gigantes. Hojas sobre hojas. Plantas pintadas sobre el empapelado. Gente conversando a través de más hojas. Los nombres y sus plantas se pertenecen mutuamente. Lo simple y lo cotidiano se hace importante con cada tarea que mantiene a los Fontán ocupados, y comienza a ocupar tambien al espectador como una reflexión paralela. Mary sueña con un castillo en el que todo es hermoso excepto un pequeño sector que debe ser reparado. El reecuentro se convierte en llanto "pero de alegría", dice la invitada. Las nubes y las ramas secas amenazan, pero una pequeña hojita en el árbol da esperanza. Mary sueña esta vez con zapatos, y es Julio quien se los pone. ¿Partirá? Más tarde.

Maurice Schell, uno de los editores de sonido más importantes del cine americano, dijo que cuando el sonido está bien usado y es sutil, hace una gran diferencia: más allá del proceso de intelectualización logra que la audiencia sienta. El Árbol (The Tree) es uno de los pocos documentales donde el juego cómplice entre las imágenes y los sonidos se hace eterno y constante, dándole el mismo peso e identidad tanto a unas como a otros, generando así capa sobre capa. "Ese árbol está seco", dice ella, mientras se ve agua invadiendo las baldosas del patio. Los cuerpos y rostros dejan de tener protagonismo, y el detalle de los pies, manos y objetos abordan al espectador con los diálogos y sonidos fuera de pantalla. Hasta el silencio se escucha. La cinematografía de Diego Poleri se escucha y el manejo de sonido de Javier Farusa se ve. Ambos se fusionan y meten en la intimidad de Julio y Mary de una manera deliciosa y detallista, pero no es intrusa; nos invita.

El trío Fontán nunca se separa, y se hace más presente que nunca en las diapositivas que se proyectan sobre la pared. Las memorias fuera de foco contagian a la imagen de la pareja, y mientras los miramos mirar, ellos también se hacen difusos. Julio se lava la cara en la pileta del patio, y mientras el agua chorrea sobre su rostro, otra mágica transición de Marcos Pastor anuncia la lluvia. Una nueva capa que se agrega al equipo que ayuda a Gustavo Fontán en una sola voz a comunicar su poesía llena de sentidos. Hasta el olfativo. Porque no sólo se huele el tercer sueño de Mary plagado de recuerdos, sino la tierra mojada y el verde que ilumina la oscura casa. Cada textura y vibración se sostienen por sí mismos en este lenguaje que balancea con precisión lo que se muestra y lo que se oculta.

Las estaciones pasan y los dos árboles frente a la casa siguen siendo testigos de la historia de los Fontán. Un árbol está vivo. El otro esta muerto. No para Julio. Observan por la ventana pasar la vida, los recuerdos y el inevitable movimiento del tiempo, incluso en la quietud. Las risas de Julio y los niños se mezclan con la mascara de la seriedad. Junto a su mujer se mantienen activos en lo simple del día a día, mientras abejas, hormigas y otros bichos se apoderan de la tierra con un nuevo anuncio. "¿Vamos a dormir?", dice él. "Bueno", contesta ella. Así de simple. Sueños que se sienten: el reloj, las campanas, los susurros. ¿Cuál será el cuarto sueño de Mary? Julio viaja a reencontrarse con alguien: se ven fotos pero no el reencuentro. El vacío sin su presencia se convierte en espera, más lluvia, y sombras. La ventana indiscreta no revela. Los zapatos de Julio sí.

Cuando vuelve del viaje, el árbol está caído. Con la tranquilidad de siempre, y la resignación de lo que era de esperar, recupera algunas ramas, y se lleva el muerto hacia la casa. Porque hay que velarlo como un integrante más de los Fontán, transformarlo y hacerlo eterno. Son las buenas memorias que resurgen, mientras se lo crema y alguna de sus ramas se hacen humo. Es el intento de volver a darle vida. Y lo logran... los tres. Es el símbolo del orgullo que los Fontán deben tener sobre Gustavo, quien echó raíces más allá de los 65 minutos que dura la película.

Pensaba responderle que no. Pero después apareció ella con una copia del crucigrama y lo comprendí mejor. Yo también las escucho crecer.

(Escrito para NYRemezcla
)


El
Árbol (The Tree)
Tribeca Film Festival 2007, New York.
World Documentary Competition (Documentales del Mundo)
2006, Argentina, 65 min, International Premiere
Director/Guionista: Gustavo Fontán

Código: TREEY
Domingo 29 de Abril, 6:00pm (AMC Kips Bay)
Lunes 30 de Abril, 4:30pm (AMC Kips Bay)
Miércoles 2 de Mayo, 11:00pm (AMC 34th Street)
Jueves 3 de Mayo, 6:00pm (AMC 34th Street)
Viernes 4 de Mayo, 1:15pm (AMC 34th Street)

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